Luz Azul Milei

(Por Leo Baldo) El León ruge en el jardín de las finanzas y nos dice que ha llegado la primavera del ajuste. Los brotes verdes no son plantas, son las flores de plástico de la macroeconomía: números que brillan en una pantalla de Bloomberg mientras el sol de diciembre quema el asfalto de las rutas donde los camiones lecheros ya no pasan con la misma frecuencia.

Javier Milei se pasea por el Olimpo del superávit fiscal con un telescopio fijo en el PBI del futuro, pero sus pies no tocan el barro de las pymes. Chatea. Sus dedos disparan verdades de hierro sobre la eficiencia, mientras Gabriela Benac, desde la trinchera de Luz Azul, le grita al vacío de la red que el consumo ha muerto. Él contesta, pero su voz viene de otra dimensión, de esa galaxia lejana llamada “Macro”, donde la gente no necesita comer queso para que las cuentas cierren.

La danza de los cheques fantasma

En esta primavera de guillotina y castidad monetaria, Lácteos Verónica se desangra en silencio. No es una metáfora de Kerouac; son 3.500 cheques rechazados volando como palomas muertas sobre la ciudad. Doce mil millones de pesos en deudas que son el eco de un sistema que se quedó sin aceite. El 16% de cobro. El resto es la nada. El vacío. El beat de una industria que se detiene porque el financiamiento es un mito de otros tiempos.

Y luego está SanCor. El viejo gigante, el Ginsberg de las cooperativas, arrastrándose por el camino con 300 pedidos de quiebra pegados a la espalda. El juez invita a una fiesta de reactivación donde nadie pone la música. El plan de crisis es el mismo poema de siempre: 304 puestos de trabajo menos. Recortar para existir. Morir un poco para que el balance no llore.

El invierno en la heladera

La realidad es un queso cremoso que se vende a pérdida. “Bajamos los precios un 20% para que alguien se los lleve”, dicen desde la industria. Es la economía del revés: producir más para ganar menos, solo para que la marca no desaparezca del mapa de las heladeras vacías. Los franquiciados se rinden, entregan las llaves, y la empresa madre las levanta como quien recoge heridos en un campo de batalla que el General dice que es un jardín de rosas.

“La no inflación con recesión es súper complicada”, advierten. Es el silencio de la tumba. Una estabilidad de cementerio donde los precios no suben porque ya nadie tiene manos para alcanzarlos.

¿Hacia dónde vamos, Jack?

Estamos en la carretera del sacrificio absoluto. Milei mira las estrellas del ajuste y ve la salvación; las pymes miran el mostrador y ven el abismo. Es una primavera extraña, una estación donde las flores se marchitan antes de abrir porque el agua del consumo se ha secado.

Si el milagro de la macro requiere el sacrificio ritual de cada industria que pisa el suelo argentino, entonces el banquete de la libertad será una mesa vacía. El León celebra que el paciente no tiene fiebre, pero se olvida de que es porque el corazón de la producción está dejando de latir. La carretera sigue, pero nos estamos quedando sin combustible, y el conductor solo quiere hablarnos del motor que planea construir el siglo que viene.

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