(Redacción) Enrique pegó la vuelta en la esquina y, casi sin querer, se chocó con una casona que el tiempo se quería llevar puesta entre los árboles. Iba con Marina, su compañera de ruta; se bajó, caminó el terreno como quien mide un sueño y le soltó la fija: “Acá, vieja, vamos a levantar un restaurante de campo”. Ahí mismo, en ese cruce donde se dan la mano el Acceso Cicaré y La Magnolia, nació El Payador, un flechazo que cayó justo con las primeras hojas del otoño en nuestro Saladillo.
“Me cuenta mi hija Marina que todo arrancó apenas pisamos el 2023”, relata Gloria Casella, la mujer que hoy le pone el cuerpo al lugar, recordando que solo ellos dos pudieron ver el brillo detrás de los escombros. No fue soplar y hacer botellas: le pusieron el pecho todo el año y, para cuando el 2023 se despedía, ya estaban prendiendo las hornallas.
La mística no es casualidad, porque esa casa fue el refugio de Susana Ester Soba, nuestra poetisa mayor, el lugar donde las noches de verano se hacían cortas entre charlas de artistas y bohemios. Capaz que por ahí pasaron el gran Horacio Guarany o el mismísimo Hamlet Lima Quintana, y ella, con esa sencillez de los grandes, decía que su mayor hazaña era andar descalza por las calles de este pueblo, que para ella era el más lindo del mundo.
Hoy, esas paredes todavía susurran versos mientras los sábados se llenan de guitarras locales y visitas que vienen de lejos para acompañar una buena empanada frita al disco. La carta es un viaje a lo nuestro: carne al plato, sándwich de bondiola, el infaltable choripán, pastas que te abrazan y, para cerrar, un flan casero o arroz con leche, como los que hacía la abuela.

“En el patio entran como 500 personas y no para de llegar gente; hasta el Yuyo González y Los Cantores del Alba se han arrimado a compartir”, cuenta Gloria con orgullo. Ella confiesa que al principio le temblaron un poco las piernas por el desafío, pero el amor de la familia la empujó y hoy es la capitana de un equipo que labura con el corazón.
Saladillo: un horizonte que no para de crecer
Apenas a 180 kilómetros del cemento porteño, Saladillo se puso los pantalones largos en turismo y hoy es un imán para los que buscan aire puro y buena mesa. Acá no hay techo, hay horizonte: somos la Capital Provincial del Helicóptero gracias al genio de Cicaré, y ese espíritu de ir siempre para arriba se nota en cada nuevo emprendimiento.
“Cada año pensamos en grande, apostando a que el emprendedor local sea el motor de nuestra cultura”, dice Leticia Colas, la Directora de Turismo, convencida de que Saladillo es el lugar donde las cosas pasan. Desde el Vivero Municipal, que es un pulmón verde gigante en la provincia, hasta los boliches de campo, nuestro pueblo es territorio en constante transformación.
Para los que quieran chusmear más o reservar un lugar en El Payador, los encuentran en Instagram como @elpayador23 o pueden ver toda la oferta del pueblo en saladillo.tur.ar.
