Cuando la política vuelve al cauce y se pierde la épica: institucionalidad, cálculos y silencio

Días atrás, este portal había afirmado algo que hoy vuelve a hacerse evidente: “Por momentos, la política argentina parecería un experimento de física cuántica: fuerzas que a nivel nacional se repelen podrían, en ciertos municipios, convivir en el mismo espacio e incluso articular acuerdos”. Y 25 de Mayo se ofrecía como un laboratorio posible. La hipótesis de un entendimiento entre La Libertad Avanza y el peronismo para quedarse con la presidencia del Concejo Deliberante había sido mencionada incluso por la concejal Yamila Galdós en una entrevista en Punto de Encuentro, por Canal 3.

En aquel análisis señalábamos que, en la Argentina real —la que empieza cuando se apagan las cámaras y se prenden las calculadoras— Milei y el kirchnerismo podían coincidir en una votación. No por convicción ideológica, sino por pura aritmética legislativa. “La política es el arte de lo posible”, recordaba Bismarck; y en los municipios, donde las mayorías son frágiles y cada banca vale más que cualquier discurso encendido, esa frase deja de sonar teórica y se vuelve un manual de supervivencia.

Sin embargo, como tantas veces ocurre, el escenario se reacomodó sin estridencias. Los días pasaron y ayer se conocieron las nuevas autoridades del HCD en un clima de absoluta concordia. El pueblo esperaba tribuneos, tensiones y aspavientos. Pero, como escribió Hannah Arendt, “la política se mueve muchas veces en la dimensión de lo invisible”: en ese detrás de escena que existe, aunque no lo interroguemos a diario.

Y así, casi en silencio, la página se dio vuelta, porque como indicó una fuente cercana a este medio luego de la sesión “no se notó, pero hubo cálculos en medio de la” misma. Parece que la votación fue de acuerdo en base a lo que iba sucediendo. Había, al parecer, varias estrategias. El resto, es parte de esa dimensión que describe Arendt.

La sesión que ordenó el tablero

En la sesión preparatoria realizada en la tarde-noche del viernes 5 de diciembre, el panorama político del Concejo Deliberante de 25 de Mayo quedó finalmente definido. El oficialismo de Acción Ciudadana, que conduce el intendente Ramiro Egüen, logró retener la presidencia del cuerpo en manos de Javier de Marcos, quien continuará al frente del Legislativo local.

Tal como establece la Ley Orgánica de las Municipalidades, la concejal Mariana Fumarco —la de mayor edad de la lista vencedora— presidió la sesión donde se eligieron las autoridades. Cada bloque presentó a su candidato: Mercedes Squillaci propuso a De Marcos por Acción Ciudadana; La Libertad Avanza impulsó a Dino Caronello; y el peronismo acompañó a Yamila Galdós Carrizo.

La votación nominal arrojó un doble empate: De Marcos y Galdós Carrizo obtuvieron seis votos cada uno, mientras que Caronello reunió tres adhesiones. De acuerdo con la normativa, el desempate favoreció al oficialismo por haber sido la fuerza ganadora en los últimos comicios legislativos, garantizando así la continuidad del presidente.

Luego se eligieron las vicepresidencias. Con apoyo de Acción Ciudadana, el libertario José Guarch fue designado vicepresidente primero. Y Javier Méndez, de Fuerza Patria, resultó elegido vicepresidente segundo, completando la estructura del período.

Cuando el orden reaparece

La pregunta inevitable es: ¿quién o quiénes desactivaron una escena que parecía encaminarse hacia un acuerdo inesperado y hasta contradictorio con la representación partidaria?

Javier de Marcos sigue como presidente. Y lo que parecía un tablero caótico terminó, más bien, ordenado. Quizás porque —como escribió Maquiavelo— “los hombres siempre actúan movidos por la necesidad”. Y la necesidad política, en este caso, devolvió el cauce a las instituciones y a esos símbolos que sostienen la vida cívica incluso cuando no los registramos.

Las conversaciones, llamadas y mensajes que circularon en los días previos —esa política que no aparece en pantallas, la de los acuerdos silenciosos entre dirigentes que pueden estar en las antípodas, pero conocen el oficio— reacomodaron las expectativas construidas por nosotros, los medios y sus fuentes circunstanciales. El pragmatismo de la foto rápida y del rumor amplificado chocó contra un trabajo soterrado que rara vez se exhibe.

Y es importante subrayarlo: los periodistas no intermediamos en ese espacio. La institucionalidad se define en ámbitos donde la prensa, actualmente, no decide ni ordena. Lo que se ve en escena es apenas la superficie; lo determinante ocurre detrás, lejos del reflector y del comentario público.

Y, al final, como suele suceder, la política volvió a ser política. Sin estruendo. Sin épica. Con silencios que ordenan más que mil discursos.

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