tácito

(Por Tácito) Parece que el 2025 ha decidido regalarnos un déjà vu digno de una comedia de enredos. Mientras en París nos desayunamos con que un grupo de ladrones, con más audacia que ética, ha decidido llevarse las joyas napoleónicas del Louvre, aquí en la Argentina no podemos evitar sonreír ante el eco de la historia.

Corrían los años noventa y el entonces gobierno de Menem, con la varita mágica de las privatizaciones, convirtió en tendencia la frase “vender las joyas de la corona”. No había castillo, pero sí había empresas públicas, y lo que no se robaban los ladrones de guante blanco, lo vendía el Estado a precio de saldo.

Ahora, en 2025, con un gobierno de Milei en escena y un misterioso abrazo de Trump, el guion parece repetirse con un guiño irónico. No sabemos si el Louvre argentino incluirá esta vez concesiones de minerales, pozos petroleros o algún otro tesoro nacional envuelto en un lazo diplomático made in USA. Pero si de “joyas de la corona” se trata, parece que la tradición de poner en venta o en riesgo las piezas más preciadas del patrimonio no conocen fronteras ni calendarios.

Así que mientras en París los ladrones se llevan las joyas a las sombras, aquí seguimos jugando a la ruleta de quién entregará el próximo brillante en nombre de algún gran acuerdo. Después de todo, la historia nos enseña que las coronas pueden cambiar de cabeza, pero las joyas… bueno, esas a veces se pierden por el camino, con una sonrisa tan irónica como eterna.

Y mientras tanto, como siempre ha pasado antes, hoy y probablemente pasará mañana, el que mira para arriba y el que la ve pasar es el pueblo que la padece. Porque en este teatro de joyas robadas o vendidas, el espectador de a pie siempre termina siendo el mismo, viendo cómo se repite el libreto de generación en generación.

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