Relato breve por Olga Stella.
No pudo evitar el cosquilleo, cuando vio al modelo que posaba para la clase de dibujo.
Era la primera vez que asistía a una clase de desnudo. Ante ella sentado en la tarima ubicada en un ángulo del taller, con un dejo de tranquila displicencia, se encontró con un Adonis que la observaba. Turbada, sus ojos se encontraron con la mirada morena de él. Se sintió transportada a una isla de sensaciones misteriosas. El pulso le temblaba y la carbonilla se le escurría de entre los dedos .Por primera vez se enfrentaba al cuerpo desnudo de un ejemplar de macho joven y de una anatomía perfecta. Acomodó el tablero, tomó proporciones para estructurar el boceto, y plantó la figura en la hoja de papel.
Comenzó a observarlo con timidez y con trazos inseguros al principio, y más seguros después, inició el dibujo. Trataba de reproducir toda la armonía de ese rostro varonil y la potencia que emanaba de su físico. El modelo respondía a todos los cánones de belleza masculina del arte renacentista. Como en un viaje, comenzó a explorar el camino que la conducía a detallar la anatomía de esa figura perturbadora. Se detuvo en la cabeza, hermosa como la del David de Miguel Ángel. La carbonilla ahora firme en su mano al dibujar, acariciaba los cabellos negros y ondeados para seguir por la frente y esquivar los ojos atrevidos de él, que no dejaban de espiar sus gestos. Sentía que se había concertado un pacto entre los dos. Llegó a la boca y se detuvo en los labios gruesos y sensuales que incitaban a besarlos. Un sabor tibio y dulce se enredó en su boca. Como en un campo de batalla, trataba de ubicar y reproducir cada rincón de ese potro, en un torbellino de emociones. Montada en una carrera voluptuosa, la carbonilla respondía y se dejaba llevar en un ir y venir de líneas que se unían y se cortaban hasta el punto exacto de la estructura física del modelo. Galopó por el tórax donde asomados y fuertes estaban los bíceps de los brazos junto a las manos sólidas, que la estrechaban con caricias al mirarlas. Llegó a los muslos para estudiar y captar la posición de los músculos en reposo, y con valentía incursionó en el pubis mediante un insinuante plano. Trepó hasta los confines de su fantasía, que la dejó adivinar la protuberancia de un generoso miembro a través de un minúsculo slip. Se sentía agotada cabalgando entre líneas rectas, curvas, diagonales y sombras. De a poco, las formas iban surgiendo desde un túnel oscuro, hacia la luz que había permanecido oculta, y que la esperaba al fin del sendero. Satisfecha, en medio de un orgasmo creador, allí estaba el modelo que la había poseído y la había hecho gozar en el arte de crear. Saciada, y en un éxtasis total, había logrado terminar la obra.