Panamá revista. Pablo Marchetti

Compartimos acá una interesante columna de opinión escrita por el periodista Pablo Marchetti González, publicada en la Revista Panamá el 24 de agosto del 2024. Para leer y reflexionar. Recomendamos desde este medio, leer Panamá.

El “vamos a volver” ya no se canta en los cumpleaños. En los años de Macri se cantaba siempre. Primero venía el clásico “Cumpleaños feliz”. Luego, la adaptación de la letra del “Cumpleaños feliz” a la música de la Marcha Peronista. Y finalmente, el “oooooohh, vamos a volveeeeerrrr”, sobre la música de la canción Pop Goes The World, escrita por Iván Doroschuk, del dúo de synth pop canadiense Men Whithout Hats.

Hoy ya no se canta el “vamos a volver”. Y no sólo eso: nadie pregunta por qué no se canta. Ni siquiera se menciona el tema. De eso no se habla. La sola idea de volver es un grave problema. Y nos deja el culo lleno de preguntas. ¿Volver a qué? ¿Volver para qué? ¿Volver con quiénes? ¿Volver? ¿En serio?

Hoy volver es algo jodido. Ya no es volver a los ocho años de Cristina, ni a los cuatro de Néstor, ni a la década ganada. La versión actual del “vamos a volver” nos lleva a pensar en Alberto. A volver a Alberto. Hoy no existe en el mundo una causa con menos adeptos que plantear “volver a Alberto”. El regreso del Papu Gómez a la Selección parece un reclamo popular multitudinario comparado con el pedido de “volver a Alberto”. Cualquier cosa es mejor que Alberto. Por eso la intención parece ser despegarse de Alberto como sea. Y a cualquier precio.

¿Volver a qué? ¿A la hipocresía? “Es la hipocresía, marmota”, planteó Lorena Álvarez acá, hace una semana. Una hipocresía que se lleva puesto todo aquello que representaba (o se autopercibía) “el bien”: kirchnerismo, peronismo, progresismo, justicia social, feminismo, derechos humanos, ecologismo.

Frente a la hipocresía, un gobierno que no miente, que dice las cosas de frente. A cualquier precio. Y con una impermeabilidad al pase de las facturas más básicas (desempleo, destrucción del poder adquisitivo), que sólo puede ser explicado desde el hartazgo a la posibilidad de volver.

La lógica parece ser: ¿Hay violencia? ¿Hay morbo? ¿Hay odio? ¿Hay maldad? Sí, claro. Pero no hay hipocresía, no hay doble discurso. Es el precio que tengo que pagar para que no me mientan.

Con Macri no sólo se cantaba “vamos a volver”. Se cantaba, también, “Macri, basura, vos sos la dictadura”. Y eso que ningún legislador del PRO visitó jamás a un genocida en la cárcel. ¿Por qué no se canta hoy “Milei, basura, vos sos la dictadura”? Hoy da la sensación de que nadie reclama nada. Que nadie canta nada. “Volver” es una idea vergonzante para quien la canta. Y piantavotos para la mayoría de la gente que no quiere saber nada con “volver”.

“Volver” es mala palabra. El discurso anti-volver puede llevarse puesto a Cristina, a Néstor, a Perón, a Evita, a Gardel y a Le Pera. En lo personal, lo único que pido es que no se lleve puesto también a Litto Nebbia. Por favor, separemos al artista de sus fansVolverel tango y el peronismo en una sola palabra. Esa idea romántica, existencial, no existe más, es cosa de zurdos. Volver y su síntesis en dos dedos en V.

Los dedos en V tienen en el mundo dos significados: la V de la victoria contra los nazis durante la Segunda Guerra Mundial. Ese gesto que hizo famoso Churchill, pero que inventó el belga Victor Auguste de Laveleye. La V de los hippies, que usaron como gesto para pedir paz y amor. Por eso John Lennon hacía la V. Pero aquí, en la Argentina, los dedos en V son la contraseña del peronismo.

Celebración, saludo, identificación secreta, grito silencioso. Esa V no es de victoria. Tampoco de paz y amor. Es de “vuelve”. Perón vuelve. Perón vuelve del exilio. El mito del eterno retorno. El peronismo siempre vuelve. Hasta hoy. Si no se canta más “vamos a volver” es porque no hay certeza de esa vuelta. El peronismo era la única opción a Macri. Hoy nadie sabe cuál es la opción a Milei. La V sigue existiendo. El saludo, el gesto, la identificación: eso existe. Pero nadie quiere indagar mucho en ese mito del retorno. Porque implicaría tener que hablar de volver.

Como si fuera un Astérix del siglo XXI, Jorge Pignanello afirmó: “Vamos a volver”. Lo hizo en un escenario político importantísimo, frente a un adversario político también importantísimo. Pignanello tiene un canal de YouTube que se llama Te Lo Resumo y hace crítica e historia de cine y series. El canal es buenísimo y si lo conozco desde hace unos años es gracias a que me lo recomendó Fermín, mi hijo adolescente.

Pignanello ganó el premio Martín Fierro Digital, en la categoría Mejor Contenido de Entretenimiento en YouTube. Cuando subió a recibirlo, agradeció a mucha gente y luego preguntó: “¿Dónde está el Gordo Dan?”. Cuando lo ubicó, le habló directamente a él: “Gordo Dan, vamos a volver. Vamos a volver a arreglar el quilombo que armaron ustedes”. Se lo dijo en la cara, no a través de las redes. Pero estallaron las redes. 

El Gordo Dan es el alias de Daniel Parisini, un médico santiagueño que se transformó en la referencia libertaria en la red más libertaria: X, antes conocida como Twitter. Hoy tanto él como su novia son funcionarios y altísimos operadores del Gobierno, en un área que mezcla lo que en otros tiempos fueron la SIDE y el COMFER.

El Gordo Dan había ganado antes otro Martín Fierro Digital, en la categoría Más Influyente En X. Y cuando subió a recibir su premio le agradeció: “A APTRA. Al doctor Alberto Ángel Fernandez, por destruir al kirchnerismo. A los kukas en general porque sin ellos esto no hubiese sido posible”. No llama la atención que Pignanello (o Te Lo Resumo) le haya respondido al Gordo Dan. Lo que sí llama la atención es la forma en la que respondió: “Vamos a volver”.

Te Lo Resumo rompió un tabú. Y ese tabú lo rompió alguien a quien nadie vincula directamente con el kirchnerismo o el peronismo. Y mucho menos con la idea de volver. Si quien proponía “volver” era Kicillof, Cristina, Boudou o Santiago Cafiero, podría entenderse de qué tipo de vuelta se estaba hablando. Pero, ¿Te Lo Resumo? Es cierto que, viendo el canal, se nota un posicionamiento político macro, general.

Izquierda, si lo planteamos en términos de izquierda o derecha. Peronista, si la antinomia fuera peronista o gorila. Pero no mucho más. Sin embargo, el asunto parece estar mucho más cargado de política de lo que parece.

La discusión pública entre el Gordo Dan y Te Lo Resumo fue mucho más reveladora de este momento político que cualquier humo que nos quieran vender los legisladores. Inclusive que la escandalosa interna libertaria. O la visita oficial a presos por delitos de lesa humanidad. Un tema que pasará definitivamente al olvido si aparece un video con sexting de Alberto desde el Sillón de Rivadavia.

El Gordo Dan y Te Lo Resumo hablan y se lanzan dardos luego de agradecerle a APTRA, una de las cumbres aspiracionales de la Argentina. Y APTRA se adapta a los tiempos digitales porque no puede esperar a desangrarse mientras la televisión agoniza.

El “gracias APTRA” lo dicen ahora dos tipos que hicieron la suya, que se inventaron a sí mismos. No hubo ni un canal, ni un director de contenidos, ni un genente comercial que los contratara. Con un abismo ideológico que los separa, sí. Pero con una categoría de monotributo que, cuando arrancaron, pudo haber sido similar.

En un mundo donde la concentración de la riqueza cada vez es mayor, la posibilidad de llegar sin “aparatos” ni “estructuras” sigue funcionando como espejismo. O como realidad, aunque quienes llegan sean pocos y la ilusión no sea más que eso: una ilusión. Eso lleva a que mucha gente lo intente.

No se trata del “fenómeno de las redes” como categoría de análisis político pedorro. Se trata de que las redes no sólo amplifican público y llegada: también funcionan como un espacio de libertad. O como la ilusión de eso. La ilusión de lo genuino, del emprendedurismo al margen del estado, de aquello que no necesita intermediarios. Es el “gracias APTRA” por parte de gente que no necesita tanto a APTRA como APTRA los necesita a ellos.

En la misma ceremonia, Tomás Rebord fue premiado en la categoría “Mejor contenido de opinión”. Rebord no fue a recibir el premio, porque ese mismo día, a esa misma hora, estaba al aire en su programa Hay Algo Ahí, por el canal de streaming Blender. Cuando estaba por arrancar su editorial (o “edibordial”), a Rebord le pasaron las imágenes de la ceremonia del Martín Fierro Digital, cuando anunciaban el premio que le habían dado. “Mirá vos, me dan un premio por opinión”, dijo Rebord, minimizando tanto al premio como a los premiadores. Y recién después, sí, vino el “gracias APTRA”. No desde la alfombra roja que le tendía APTRA, sino desde su propio programa, su propia pantalla y para su propia tropa. Que, evidentemente, es más importante que el premio que le acababan de dar y que la gente que lo acababa de premiar.

Es esa lógica política novedosa la que hace difícil pensar en “volver”. El pensar en Rebord o en Te Lo Resumo, cuando imaginamos en quién puede sumar votos en la oposición. Más allá de la vergüenza por Alberto, más allá de la mierda que repartió Alberto, más allá de los alcances del tsunami Alberto.

Más allá de la encrucijada de un tipo que opta por pasar a la posteridad como un pajero, porque es lo único que lo puede salvar de pasar a la posteridad como un violento. Y más allá también del coro de “no vuelven más” que se escucha de fondo mientras se espera el video del ascensor o del pete en el sillón presidencial.

No, nadie quiere volver. Y mucho menos, volver para ser mejores. En todo caso, la única oportunidad disponible parece ser la de volver para ser Te Lo Resumo. La vuelta de quien nunca estuvo o de quien no sabíamos que estaba. Una vuelta que es una novedad tan grande que no parece una vuelta. Si nos gobierna un panelista de Intratables, ¿por qué no pensar en un youtuber copado, que está bueno lo que hace, como alternativa? El desconcierto es tal que todo puede pasar y todo puede ser una opción real. Por eso, más que nunca, es necesario separar la paja del trigo. Hoy “volver” resulta tan decadente como seguir viendo videos de beboteos presidenciales en el Sillón de Rivadavia. Quizá por eso pensar en volver da tanta paja.

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