Julio Di salvo, el profesor de Aikido que se fue a formar a Japón junto a los referentes mundiales del arte marcial

En esta cálida y clara entrevista que nos concedió, el joven oriundo de 25 de Mayo, nos regala un repaso de su carrera, nos pasea por el país de oriente y no descarta regresar a su ciudad para dar clases de lo se considera como un camino sin fin, algo que le sirve en su vida.

(Por Leo Baldo)

Julio Di salvo es profesor de aikido. Durante más de 12 años practica esta disciplina o manera de vivir. Estuvo un mes es Japón, perfeccionándose con los referentes más grandes a nivel mundial.

“Empecé a principios del 2011. Lo tomaba como un hobby”. Julio no sabe por qué. “No sé bien las causas, pero quería hacer un ejercicio relacionado a lo marcial. No sabía bien de que iba”, relata desde el otro lado de la mesa en la simple redacción de nuestro portal.

Es que antes había incursionado el boxeo tailandés, en el muay thai y demás artes marciales. “El aikido me atrajo más por el grupo, había un grupo de gente”, reafirma. Y no es menos lo de personas compartiendo algo y enseñándose en un mismo espacio.

Julio, oriundo de 25 de Mayo, se radicó en la ciudad de La Plata hace muchos años. Estudió varias carreras que ninguna concluyó. Escribe, pinta, toca instrumentos, canta y muy bien y, trabaja como niñero.

RANGO

En este momento nos relata que es “cinturón negro y segundo dan; en japonés se diría “nidan”. Un segundo dan, es una persona que tiene más práctica que una personas que lleva el negro en la cintura como atuendo representativo ante los pares de las artes marciales. “Es más experiencia, dos años más después del cinturón negro”, manifiesta, mientras escucha de manera atenta las preguntas y trata de ser claro y compacto en sus respuestas.

Destaca que “en el Aikido no hay un fin, estamos todo el tiempo en un camino continuo”. Es que no se llega a ningún lugar, no hay podios. “Si se toma seriamente, es de por vida”. “Por el momento lo tomo de manera seria”, responde convencido.

“Al no haber competencia se trata de una exigencia de tener que ganar con un mismo. No hay trofeos, no hay medallas. Es un budō japonés, es de las artes marciales más antiguas”, declara.

El Aikido, a diferencia de otras artes, marciales se diferencia en lo siguiente: Julio dice que se cuida más al oponente, se busca el desequilibrio y se usa la fuerza del contrincante. Pero esto no es nada, a Di Salvo, joven de 37 años, el aikido le sirvió en su vida:

“Me dio bastante templanza. Además, es un ejercicio que no demanda objetivos a corto plazo como para competir y ganarle a alguien. Es más orgánico. Se practica para sentirse bien y para construir técnicas”, informa.

Desde el año pasado da clases a niños. Comenzó con una compañera.

JAPÓN

“Fui con el objetivo de conocer. Lo hice junto a Alejandro Nuñez, mi sensei, acá en Argentina. Sensei significa que nació antes. Se le muestra mucho respeto en esta disciplina. Hay un orden establecido, mucha etiqueta de saludo y de respeto. Hay mucha cooperación sobre todo entre los practicantes”, cuenta.

Vajó al país oriental a practicar aikido y a conocer su cultura. La cultura japonesa no es ajena al aikido o viceversa. Anduvo por muchos lugares. El epicentro, allá, Tokio.

“Fue más de lo es esperaba, más amables de lo que esperaba y muy limpios”, agrega mientras bebe un mate con una de sus yerbas orgánicas. Aunque resalta estas cosas de la sociedad nipona, por ahora decide quedarse a vivir en Argentina. Algo lo tira. Celeste y Blanco.

“Conocí a todos los maestros y cumplí un sueño. Uno es Yasuo Kobayashi, estuve en su Dōjō que queda en Kodaira muy cerca de Tokio. Es de las regiones que conforman Tokio. Viví a un par de estaciones de tren hasta el lugar. Viajé mucho”.

Lo hacía en subterráneos pulcros, ordenados y con todos los dispositivos de seguridad en un país que, aunque suene raro, tiene una de las mayores tasas de suicidio.  

Allá iba a dos Dōjō. “Tuve la suerte de dar clases de aikido a niños allá. Es algo que no se borra más”, responde con brillo en sus ojos. Doble mensaje.

Desde Japón traería a nuestro país la cordialidad: “Son muy cordiales. Tienen una gran forma de atención, se prestan a ayudarte sin ningún tipo de excusa, están muy predispuestos. Una noche estaba en un negocio por comprar un chip para mi celu y le digo a la vendedora – me quiero ir-, es que tenía gente atrás, y ella me da a entender: – Quedate acá, resolvemos esto y te vas. La gente que está detrás de ti puede esperar”.

En Japón, a diferencia de Argentina, practican mucho y se alejan de la teoría: “Repiten tomas, y repiten”, declara. “Se caen y se levantan, se caen y se levantan. Terminan la clase y todos limpian el piso”. Todo lo relata Di Salvo.

Julio dice que lo que aprendió durante ese mes en el país que queda a 33 horas de vuelo lo aplicará en sus clases. Julio va creciendo, quién sabe hasta dónde.

Por último, tira un anticipo: “Me gustaría dar clases de Aikido en mi ciudad natal cuando esté todo dado”.

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