En este primer editorial analizamos algunas interpretaciones en redes sociales sobre la trompada que recibió el Ministro de Seguridad de la Provincia de Buenos Aires, cuando en el día de ayer fue golpeado por choferes de la línea 620 al llegar a un piquete que realizaban colectiveros y amigos de Daniel Barrientos, el conductor asesinado por delincuentes. Esto último debería haber sido la noticia, pero un suceso “sin precedentes”, como instala Infobae, nos pone de frente ante un producto sombrío de la grieta que nos tragó y de la anomia en la que vivimos
Este hecho fotográfico e inédito es un símil Diario de Yrigoyen o aquella “Tortuga de Illia”. También puede ser ese Fernando De la Rúa que, en estudios de Showmatch se equivoca de puerta cuando termina la entrevista con el conductor Marcelo Tinelli. Recordemos que en el piso y, vía tele (la audiencia, todos nosotros) nos reíamos del Presidente de la Nación antes de aquel terrible diciembre del 2001.
Ahora es diferente. Las personas cada vez leemos menos y vamos al título o a la foto instalada por medios de gran llegada. ¿Las redes a qué vinieron?
Por ahora sabemos que corre la información con más velocidad. El medio es el mensaje. Declaramos lo sucedido en un encuentro físico junto a personas. Pero, apa, ahora subo la historia a Instagram o posteo en el muro de Facebook y, luego existo.
Hay una anomia en el entorno físico que se traslada al entorno virtual. Existe el hartazgo, pero:
¿Qué pasa que muchas personas que declaman la democracia festejaron en redes la piña que recibió el funcionario? Como medio, nos interrogamos y lo compartimos con ustedes.
Asistimos, consideramos, a una ciénaga real que en pantalla se muestra como el Lago Mascardi. Las personas no creemos en dirigentes y quedamos en medio de esa grieta. La del post-show. Porque el show nos mató. Al fin y al cabo, es divertirse hasta morir, como dijo Postman.
Asesinaron a un trabajador y, por ahí leímos que a Berni “le faltó una paliza más grande”, o “¡Lindo lunes! (Y la imagen que se viralizó ayer lunes donde recibe el golpe). Otra: “A todos los políticos hay que recibirlos de esa manera”. Y no olvidamos ésta y singular: “¡Que mueran los fachos!” Solo citamos cuatro de tantas que se colan a lo que reproducen los medios masivos:
“En un hecho casi sin antecedentes, el ministro de Seguridad de la provincia de Buenos Aires, Sergio Berni, fue agredido este mediodía en un piquete que realizaban compañeros del colectivero asesinado esta madrugada. El ataque, que incluyó golpes de puño, patadas y piedrazos, se registró en la intersección de General Paz y Ruta 3, minutos después de que el funcionario llegara al lugar”, relataba el primer portal de nuestro país, Infobae, en el día de ayer. Como lo dijimos en el copete o volanta, la noticia debería ser la inseguridad y el consecuente homicidio del colectivero. Viene pasando hace tiempo en Provincia y en Rosario.
Pero el morbo, vende. Lo sabemos. ¿Cuál es la función de un medio de comunicación? ¿Puede ser el primer poder debido a que en este caso a una gran mayoría le manejó la opinión y la llevo a un desvío interpretativo en un diario que ya dejó de ser íntimo y que sirve para mostrar miserias? “No existen los hechos, sino las interpretaciones”, dijo el alemán. Si es un meme sobre las personas que nos gobiernan en lo que se comprende dentro de una democracia, vamos mal. El humor, ante todo, es pensamiento.
Lo político y lo partidario:
Todo asesinato es político, toda afrenta también, lo es. Claro que también la delincuencia, pero la grieta, que es miasma del mercado, ni siquiera es partidaria. Ni siquiera se recuerda de manera correcta la categoría de adversario instalada por el kirchnerismo y del otro lado, por uno que alzaba el Martín Fierro y hablaba de ella. Por qué decimos esto, porque de las lecturas que aplicamos en redes, muchas personas que están a favor del humanismo, del respeto, de la DEMOCRACIA, salen a festejar la trompada. Oxímoron. Hablamos de seres humanos que están formados en la universidad o en profesorados y que deben tener, primero la vocación de transmitir un mensaje sobre la no violencia. ¿Queremos trompadas a políticos? Por ahí, la ilustración es un tanto antagónica a la existencia humana y acá se trasluce. Palo, bala y palo. El paria, el no letrado, puede hablarnos de la vida y del respeto. Deberíamos buscarlo. Debe andar por ahí, en la calle y sin celu.
La justicia ha perdido fuerte legitimidad. Lo hemos visto o lo escuchamos.
Otra cosa, ¿qué nos hace pensar que esta persona que le pegó no haría lo mismo en su casa con su familia o sus hijos? Ojo, entendemos la ira del momento del compañero del colectivero, más allá de toda práctica estoica que hoy está de moda. Leer a Epícteto o a Séneca.
Lo repetimos, lo pensamos: el hecho se traduce como lamentable cuando no hay reglas y se pierde el rumbo de la conveniencia en sociedad. ¿Está bien normalizar que se ajusticie por mano propia a un funcionario, sea cual sea su cargo, su partido y responsabilidad? ¿Está bien que normalicemos parar el tránsito de miles de personas trabajadoras por un reclamo que es justo y atendible? ¿Normalizamos también el actuar violento de la policía, o uno de sus efectivos? Normalizar la violencia nunca está bien. Esto pasa cuando no hay reglas claras ni justicia, ni confianza en ella. Allá van, en un globo, a París.
Mientras tanto, en las redes, en los medios, en la tele, que viva la democracia y la piña a Berni. De haber sido la piña a Bullrich, lo mismo opinaríamos. De la misma manera, a un potencial funcionario de seguridad de la izquierda más garantista.
En fin, el hombre que siempre ha puesto la cara y el cuerpo en anteriores hechos delictivos declaraba: “Estoy acá porque entiendo el problema por el que están pasando, no hay nadie que venga acá, yo estoy acá y pongo la cara, pero necesito hablar con ellos. Yo no salgo corriendo como todos los demás, de acá no me muevo hasta que hable con ellos”.
Por otra parte, el accionar político sobre la visita de Berni al conflicto, no es nuestro análisis.
Que viva la náusea, la grieta, la anomia, el digo y no hago.
Un saludo a la familia del colectivero que fue asesinado.
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