Un informe de la consultora JLU revela, respecto a la carne, que entre enero y agosto el asado aumentó 46%, mientras que el pechito de cerdo subió 14%. En el mismo período, los sueldos crecieron apenas entre 12% y 17%, profundizando la pérdida del poder adquisitivo.
Entre enero y agosto de este año, los precios de la carne mostraron una disparidad significativa: el asado bovino se incrementó un 46%, mientras que el pechito de cerdo apenas un 14%. En contraste, los ingresos de los trabajadores no acompañaron este ritmo: el Salario Mínimo Vital y Móvil avanzó un 12% y el sueldo promedio un 17%, lo que refleja un marcado retroceso en la capacidad de compra.
Así lo señala el último estudio elaborado por la consultora JLU, dirigida por el ingeniero zootecnista Juan Luis Uccelli, que analizó la evolución de los precios de distintos cortes de carne vacuna y porcina en relación a los ingresos de la población, tomando datos del INDEC, Consumidores Libres y fuentes propias.
El relevamiento evidencia que la carne bovina se encareció mucho más rápido que la porcina, ampliando la histórica brecha de precios entre ambas. Sin embargo, la pérdida salarial anuló cualquier ventaja relativa: aun con aumentos moderados, el cerdo se volvió menos accesible en términos reales para los hogares.
La comparación entre cortes populares es contundente. En enero, el asado se vendía a $10.300 y el pechito a $5.941, con una diferencia de $4.359. Ocho meses después, los valores treparon a $14.990 y $6.777 respectivamente, elevando la brecha a $8.213. Mes a mes, el índice que mide cuánto representa el precio del cerdo frente al asado fue descendiendo: en febrero era del 56,1%, en abril del 49%, en julio del 45,9% y en agosto del 45,2%.
La misma lógica se repite en otros cortes: la paleta vacuna subió 29% en el período, contra un 18% de la paleta de cerdo. Para Uccelli, la tendencia es clara: “El cerdo aumentó menos, mientras que la carne vacuna presionó con subas desproporcionadas”.
El talón de Aquiles está en los salarios. Según el informe, mientras los cortes bovinos se incrementaron hasta un 46% y los porcinos entre 14% y 18%, los ingresos avanzaron a un ritmo mucho menor. “El menor incremento en el Salario Mínimo es una demostración clara de la caída del poder adquisitivo de la población”, remarca el documento.
En la práctica, esto significa que un trabajador que percibía el salario mínimo en enero podía destinar un porcentaje mayor de su ingreso a la compra de carne que en agosto. Incluso con precios del cerdo más alineados, la pérdida de poder de compra anuló cualquier beneficio.
Pese a este escenario, el cerdo se posicionó como la alternativa más competitiva: cortes como el pechito y la paleta acompañaron más de cerca la evolución de los ingresos. Sin embargo, la ventaja es relativa. El deterioro del salario real impide que los consumidores perciban una mejora efectiva en su capacidad de compra, lo que limita el impacto positivo de esta opción en la mesa de las familias.