Javier Frydman es neonatólogo y psiquiatra. Colabora con este medio desde diferentes acciones que toman desde uno de los hospitales en los que trabaja, pero en este caso, damos con el médico que nada en aguas frías abiertas. Entrevista imperdible de alguien que se somete a ratitos de dolor para seguir viviendo felizmente.
(Por Leo Baldo)
“La natación en aguas frías comenzó como sin darme cuenta”, narra Javier, quien tiene 54 años y reside en caba.
Nos comenta que cada vez que iba a la playa comulgaba en soledad con el mar. “Entraba a las 7 de la mañana o a las 7 de la tarde”. Son los horarios más fríos y mágicos, claro.
Una vez, pasó lo siguiente: “Fue hasta Colón y decidió cruzar el río junto a un kayak a su lado y un elemento de seguridad”. Javier sabe que en aguas abiertas la seguridad no se negocia. Para él fue una experiencia hermosa.
Luego comenzó a entrenar y realizó su primera experiencia en Villa Rumipal, Córdoba. El doctor es conocido por su gran alegría dentro del circuito de aguas abiertas. Verborrágico, chistoso y siempre predispuesto. Una brazada de voluntad y entrega a quien está a su lado.
“Siempre noté una predisposición al agua fría mayor que la media. En el año 2016 mientras nadaba en el Club Almagro me encuentro con una nadadora y coincidimos en que la natación en pileta es un deporte solitario. Le cuento que en abril del 2017 iba a ir a nadar al Calafate. Ahí me pasó el contacto de Camilo López, quien le dio un empuje muy importante a lo que se conoce como NAF Argentina”, narra. Dicha agrupación tiene sus bases en el Fin del Mundo.
La NAF representa a los nadadores de aguas frías abiertas del Cono Sur.
Javier comienza a nadar en Pilar, en la cantera conocida como “Lagos del Roció”. Lugar hermoso y en donde entrena la campeona internacional Pilar Geijo.
El nadador sigue el relato como si avanzara buscando orientación en aguas abiertas: “Ya en Santa Cruz me encontré con Manuel Barrientos e hice mi primera imersión en el Lago Argentino, cerca de la ciudad del Calafate. Estaba a 80 km del glaciar, pero el cubito estaba en casa. Una experiencia inolvidable”.
El Dr sabe que la naturaleza es sabia. Aconseja nadar cuando uno lo desee. “Nadá en la estación que quieras”, enfatiza.
“Pero el agua fría es otra cosa, es más dulce, como que te acaricia de otra manera. Habría que hacer un estudio serio con respecto a las endorfinas, esas hormonas que te dan alegría y que te ayudan a salir siempre adelante. Desconozco estudios”, agrega.
Lo que si ve Javier es que “las caras de las personas cuando salen del agua fría es vida. No se da con el agua caliente”.
“Hay que dejarse llevar por la naturaleza e ir bajando la temperatura con el calendario. Por supuesto, empezar con duchas frías, funciona”, explica para quien desee conocer ese mundo que algunos llaman de “locos”, pero loco puede ser no tener voluntad y no explorarse. En fin, definiciones y palabras.
Hace poco estuvo en el Mundial que se llevó a cabo en el Glaciar Perito Moreno. El agua, en ese lugar, si es que se puede llamar hostil, estaba a 2,7 grados. Javier dio con la nadadora Ailén Lascano Micaz, quien ha participado de varios mundiales de agua fría en otros países y cruzó este año el Canal de la Mancha, “El Everest de la natación”.
La nadadora le dijo que mirar el glaciar es magnético: “Te da fuerzas para seguir. Es una energía única”.
Javier nadó en el Beagle y en muchos lugares más.
“El agua fría es unión, es una familia. Nadamos, cocinamos, nos reímos, aprendemos. Somos amigos que compartimos una pasión. La NAF es una parte importante de mi vida. El derrotero es conocer gente de diferentes lugares e interactuar. Creo que encontré el camino de la felicidad”, finaliza Javier Frydman.
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