Soledad Landaburu, la veintincinqueña que participó en la Maratón de París y que agradece el aliento de la gente

Transitó un total de 42 kilómetros junto a 52 mil atletas por los lugares más emblemáticos de la capital francesa. “Las personas nos alentaban identificándonos”, anticipa. Además, dice que corre “por los que no pueden hacerlo. Es una manera de llevarlos a esos lugares conmigo”

La joven atleta oriunda de 25 de Mayo tiene 38 años, reside en la ciudad de La Plata. Trabaja como contadora, alternándose entre su ciudad natal y la capital administrativa de la Provincia de Buenos Aires.

Destaca que pertenece al grupo de entrenamiento “Elite Running”. “Sirve de mucho tener un profesor que acompañe en estos entrenamientos y carreras”, añade.

Hace siete años que corre. Es la primera vez que hace una maratón larga de calle: “Esta fue en París. Venía haciendo otras distancias. Las realizaba en montaña, en lo que se conoce como trail running. Participé en varias de éstas que se desarrollan en el entorno natural”, relata la atleta que se define como “amateur”.

Soledad nos comenta que tenía este viaje antes de la pandemia a Europa junto a su novio: “Iba a hacer esta maratón, me venía preparando en la calle, pero por la pandemia se me suspendió. Me quedó esa espina porque no la había podido llevar a cabo”, indica, pero “sole”, como la llaman sus amigas, siempre la tuvo como objetivo. La deportista jamás abandonó la idea de dejarla.

Mucho tiempo después pudieron reactivar el viaje con su novio. Primera meta cumplida. El 2 de abril del corriente año, Soledad comenzó a mover sus piernas a un ritmo más frenético luego de pagar la inscripción.

Largó:

“Es muy distinta la maratón de montaña a la de calle”, sostiene. “En montaña estuve de siete a ocho horas corriendo. Para ésta tuve que comenzar un proceso de destrabar la cabeza porque le tenía más miedo a la maratón de calle”, expresa. Ahora está más relajada respecto a la nueva disciplina en la que debutó en Europa.

La corredora sostiene que “es dura. Siempre se dice que en el kilómetro 30 aparece -el muro- que conlleva todo el cansancio. Efectivamente eso sucede. Por más que vengas bien, en algún momento decís, -no quiero correr más- Pero acá la gente fue increíble. Están durante todo el circuito alentando”.

Cuando nos inscriben, junto al número, llevamos el nombre: “Las personas nos alentaban identificándonos. Era -ale, ale, ale- en francés, como diciendo -vamos, vamos, vamos-. -Ale, ale, ale, sol, sol, sol-, vociferaban. Por más que vos quisieras caminar, te alentaban y te empujaban a llegar. Así a todas las personas que participamos.”

También agrega que el público hace una especie de embudo: “Eso me pareció increíble, porque a pesar de que no estaba con gente conocida, me sentía como en mi casa. La energía en la que vibraba era genial. Los últimos 5 kilómetros fueron con el público alentando”.

En cuanto a la cantidad de participantes, Soledad nos indica que fueron 52 mil personas. “Una locura”, relata. Ella se anotó en un rango horario para ubicar la salida. Salió a las nueve. Estimaba que iba a tardar tres horas treinta minutos. “Está muy bien organizado”, agrega.

“Salimos por la Champs Elysees”, comenta. Dice que en las que participó en Buenos Aires, en el kilómetro 5 te trabás, pero que acá no le sucedió lo mismo. “Luego, ya en el km 30 pasé por la Torre Eiffel y demás lugares emblemáticos de París”, enfatiza.

Finalmente, nobleza obliga, le preguntamos por qué hace esto: “Corro porque correr me hace sentir plena, libre. Soy yo, mi cabeza y mi cuerpo en movimiento. Corro por los que no pueden hacerlo. Es una manera de llevarlos a esos lugares conmigo”, culmina.

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