En Islas, 25 de Mayo Bs As, entrevistamos a Sergio, Belén y José Scarponi. La historia se podría resumir en lo siguiente: Chau hombre colocando el objeto en las tetas de la vaca. Ahora se trabaja con dos robots de la marca Lely. Ordeña durante las 24 horas y el animal viene por si sólo. O sea, el ordeñe pasa a ser voluntario. ¿Cómo es esto? El vacuno puede venir cada 8 horas tres veces por día a ordeñarse y a cambiar la alimentación.
(Por Leo Baldo)
BREVE INTRODUCCIÓN
Ahora el sistema es el que se encarga. Lo hace con unas puertas segregadoras. Básicamente se necesita poca presencia de personal, ya que únicamente consiste en hacer los piquetes y las parcelas de comida que uno, generalmente, las tiene contadas. Eso se hace para que el animal no se llene y esté bien alimentado. Es lo que le da movilidad a la vaca, nos adelanta antes de arribar al lugar, José, Ingeniero mecánico.
LOS PROTAGONISTAS Y LA HISTORIA
Sergio Scarponi es el inicio de la empresa llamada “El Albardón”. Para que usted lo ubique; el tambo queda en Islas, llanura pampeana, partido de 25 de Mayo. Sopla el viento.
El nombre de la firma se consolidó cuando el abuelo del productor rural compró el pedazo de tierra y lo nominó como tal.
Sergio se levantaba a las 4 de la mañana. Colocaba cada pezonera en la ubre de la vaca y, desde ahí, antes que el sol saliese en el llano campo, extraía la leche. Pasión por el trabajo. No cualquiera lo hace. Aparte, requiere conocimientos técnicos y de cuidado sanitario que se aprenden día a día.
Se trabaja los 365 días del año. “Eso estaba por terminar, ya se iba, pero de repente vinieron los chicos y dijeron- vamos a hacer algo nuevo- ¿Cómo? ¿Con qué?” Y ahí apareció Lesly con una sorprendente oferta para mantener las economías regionales. Alimento como producto final.
“Nadie puede llegar a la cima armado sólo de talento. Dios da el talento; el trabajo transforma el talento en genio”. Anna Pavlova.
La empresa facilita, a través de sistemas robotizados, la producción de leche de alta calidad, teniendo en cuenta cuidados, vacas sanas y felices.
Los hijos de Sergio estudiaron en la Facultad Nacional de La Plata. José, ingeniero mecánico, Belén, ingeniera civil. Historia de arraigo, de amor y de eso que tiene que ver con pervivir. Todo cambia. El río nunca es el mismo y las vacas, parece, la pasan mejor.
“Estoy contento”, narra Sergio con un mate en la mano. “Esto es una inversión a futuro para mis hijos”. Muestra emoción. Los tres están en la mesa. Falta Mirta, la mamá de José y de Belén.
Si la dirigencia política, toda, declama un país federal y habitar los pueblos con eje en el desarrollo, acá el ejemplo. A tenerlos en cuenta.
“Mis hijos vinieron a apostar al trabajo y volvieron. Están con el tambo argentino. Este es un país maravilloso”, destaca Sacrponi. Y a su vez relata lo siguiente: “Todo lo que ves acá lo hicimos con empresas locales, el galpón, con Pregely y la oficina, con Marcelo Bernini”. Consolidado el pueblo. 25, avanza desde ese lugar; y no es slogan. Es realidad. “Este es un país maravilloso- repite-, lástima que está mal manejado. Todo vale una fortuna y muchas veces estamos limitados con los precios”, manifiesta Sergio.
Cada vaca que ingresa al tambo consume un balanceado que garantiza su buena condición sanitaria. Además, producen maíz y pasto. El animal debe estar contento. Leche feliz. Materia prima madre que será queso.
“Maiz, trigo, cebada se ponen en silos y luego los come la vaca”, relata el tambero que, junto a sus hijos, se va adaptando a las tecnologías que tocan la teta de las holando. Entran y salen las gigantes blancas con manchas negras del galpón.
Sergio no deja de destacar lo sanitario: “Acá las vacas vienen sólas y se manejan sólas. Antes las arriábamos”. En tanto, el producto final, la leche, que es vendida a Suipacha y a una firma local, cumplen con los estándares de buena salud. “Es increíble”, agrega. No lo puede creer.
Las vacas producen 28 litros diarios. Están libres de brucelosis y otras enfermedades.
¿EL INGENIERO Y LA INGENIERA EN EL CAMPO? PERO CLARO QUE SI. NADA ES LÍMITE. A PENSAR MÁS ALLÁ
José se recibió de ingeniero mecánico hace dos años. Tuvo ofertas varias de trabajo. Su papá tenía ganas de tirar todo: “Mi viejo tenía tambos desde hace 30 años. Un día el campo se inundó y no le quedó otra que producir desde otro lugar”.
José utilizó todo su capital social y cultural adquirido en la ciudad de las diagonales y se puso en contacto con la empresa Lely. Se convenció al toque.
De chico se crió en Islas y ayudó a su padre con el sistema tradicional. Ama los fierros y animales. De hecho, reside en el sur del distrito de 25 de Mayo. Raíces.
“Con mi hermana decidimos fuertemente seguir con la empresa”, Belén está a su lado. Todavía no habla.
De este modo, agrega: “Ella me dijo que quería mantener la empresa funcionando, aunque después nos dedicáramos a otra cosa, tener otra fuente de ingresos”.
Mientras charlamos se maneja todo sólo. Con el sistema tradicional era otra la cuestión, siempre, todo el año, con sus 365 días, detrás del animal.
Esos 28 litros que producen se almacenan en los tanques a una temperatura especificada para que la empresa que llega, luego cargue. Los termos o tanques se lavan y vuelven a llenarse.
“Resulta que el año pasado se nos iba el tambo y no quedó más remedio que buscar una solución.”, dicen José y Belén.
Comercializan a Suipacha. Importante. Pueblo con gran tradición en productos lácteos. Quién no recuerda La Suipachense.
Los robots admiten 140 vacas, tres veces por día durante 48 horas. “El mercado se puede ampliar y eso esperamos”, agrega Belén.
Los litros a los que se puede llegar, comenta José, es relativo a la vaca. “Nosotros tenemos una sóla vaca que da 57 litros por día. Eso depende de la genética y alimentación”, agrega el ingeniero mecánico.
Asimismo, enuncia: “Trabajamos con la genética de una persona de la ciudad de Bolívar. Siempre mi viejo le compró a él y así seguimos”, relata José, mientras toma un mate.
Todas las empresas de genética vacuna van buscando mejores animales y más saludables. Tecnología a favor del ambiente y del alimento. José no deja de remarcar que lo que producen es alimento. Imprescindible, ¿no?. Comer para vivir.
En un momento se detiene e informa. “A veces hay mastitis, que es cuando la leche se corta en la ubre producto de alguna bacteria o de otra cosa”.
Así como ven en las fotos, el proyecto de la familia Scarponi lleva un mes. Belén y José sonríen.
Habla Belén: “Nos dividimos las tareas. José se encarga de todo el proceso y yo estoy con la compu más que nada realizando análisis de datos”. En el monitor se ven gráficos que sólo ella sabe interpretar. “El sistema nos brinda la siguiente información: cuánto estuvo la vaca ordeñando, cuánto comió, cuánto tardó. A su vez nos brinda datos respecto de enfermedades y sus probabilidades”
MONITOR CON DATOS
Mide hasta la temperatura del animal: “La vaca si no está bien, es apartada por el propio sistema y me va a esperar”, comenta Belén, la ingeniería civil. “En ese caso hacemos paneos habituales. Si es algo que excede a la fiebre o a la mastitis, se llama al veterinario”.
Además, la ingeniera hace el trabajo preparto y vigila que cada una de las vacas estén sanas. Las gráficas en el monitor muestran hasta cuánto rumean las vacas por día.
“El robot mide la conductividad en la leche. Depende del rango que tengan, cambia la conductividad de la leche. En ese caso, el robot emite una alerta. Eso permite anticiparse”, expresa José.
Los compañeros/as de facultad de José y de Belén admiran la puesta que han hecho. Lo toman como faro.
Asimismo, han recibido estudiantes de escuelas agrarias del distrito para demostrar que se puede.
En fin, hay una llama en Islas, de arraigo, de producción, de economía regional. Se llama Tambo El Albardón. La familia Scarponi, con su don de buena gente, nos dice que cuando las cosas se desean, todo es posible.
José, Belén, Sergio y Mirta, Gracias.
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