En un 20 de mayo, pero de 1927, el aviador estadounidense Charles Lindbergh despega de Nueva York en su avión “Spirit of St. Louis” para realizar la primera travesía del Atlántico rumbo a París.
Nacido en Detroit el 4 de febrero de 1902, Charles Lindbergh fue el primer hombre en cruzar en solitario el Atlántico y volar de América a Europa a bordo de su avión, el Espíritu de San Luis, y aterrizar en las inmediaciones del aeropuerto de Le Bourget, cerca de París, tras aproximadamente 33 horas de vuelo sin escala. Aquella hazaña fue, sin lugar a dudas, una de las más importantes y trascendentales de la historia de la aviación moderna. No sólo por el espaldarazo que supuso para la incipiente industria, sino por sus consecuencias inmediatas.
UN AVIADOR EN LA CÚSPIDE
En una época en la que los medios de comunicación no eran tan sofisticados como en la actualidad, e internet no existía, sólo los nombres de tres personas eran lo suficientemente mediáticos como para ser conocidos en todos los rincones del planeta: Charles Lindbergh, Charles Chaplin y Rodolfo Valentino, y aunque los dos últimos eran estrellas de cine, ninguno de ellos llegó al nivel de fama internacional que alcanzó el aviador. Cuando aterrizó en el aeródromo francés, cerca de 150.000 personas estaban esperando su llegada, el presidente galo le rindió honores y a su regreso a Estados Unidos fue distinguido con la Cruz de Vuelo por el presidente John Calvin Coolidge Jr. Tras convertirse en un héroe, diversas empresas aeronáuticas solicitaron sus servicios como asesor técnico.
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