Este texto pretende resaltar la grandeza y humildad del humorista, actor y pensador.
(Por Leo Baldo)
Año 2006. Estaba cursando el primer año de la carrera de producción de radio en ETER. En la materia radio 2 teníamos que rendir un parcial. Este se trataba de lo siguiente: entrevistar a una persona conocida durante 20 minutos. En ese entonces trabajaba como cadete para una productora de seguros; iba a diario al microcentro. La avenida que elegía para bajar caminando y cruzar 9 de julio, Corrientes. Pasaba todos los días por el Teatro Lorange y veía que Diego y Fabio presentaban “Que Noche Bariloche”, como una extensión de la satírica “Una Noche en Carlos Paz”. Ambos habían dejado atrás las noches de Todo por 2 pesos, y Diego, venía de grabar la película junto a Luís Luque, Luís Aguilé y Jorge Marrale en la localidad de “Patricios”, partido de 9 de Julio, “Soy tu Aventura”. Junto a Elías, mi compa de ese entonces, habíamos entrevistado en la oficina de Continental a Victor Hugo. El laburo para conseguir la charla con el relator del mejor gol de la historia, fue golpear la puerta de la radio emplazada sobre calle Rivadavia. Jugando la misma pelota en eso de conseguir entrevistas (no teníamos agenda) le digo a Elías que todos los días pasaba por el Lorange y que teníamos que entrevistar a nuestro ídolo. Fue simple: me dirigí hasta la caja y la persona encargada de la venta de entradas me dio el teléfono del productor Pepe Moreyra. Llamé a Pepe desde un fijo (no tenía celu), le expliqué lo que teníamos que hacer y me dijo: “venite el sábado que te guardo las entradas que quieras”. Aproveché y le pedí tres. El sábado la función comenzaba a las 21 hs. Estaba ahí desde las 19 hs. Solo le tenía que pedir el teléfono a Capusotto para hacerle una entrevista que se realizaba dos semanas después de ese momento. No tenía celu. Mientras esperaba, tomaba cerveza con Germán Novetta “Tito Cosa” y Julio César, ambos actores del elenco de la obra de Montalbano. Noveta me preguntaba de dónde era y me decía que tenía familia en Riestra. Julio César, por su parte, comentaba que venía de laburar en Estados Unidos junto a David Carradaine. No lo podía creer. Estaba junto a los tipos que me hacían descostillar de risas esos lunes del año 2000. Al rato, vestido con atuendo deportivo, veo al grandote de Fabio Alberti. Corrí hasta él, lo miro a la cara y le consulto: “Hola Fabio, ¿Diego viene?” “Si- responde-, pero hace un rato lo tenía en el bolsillo de la campera, lo tiré al Río de la Plata y viene nadando”. Genialidad border del compositor de Peperino fuera del escenario. Media hora más tarde, aparece el grande. Llevaba puesta una campera de jean con una estampa de su ídolo Jimi Hendrix en la espalda. Muchas personas lo saludaban. Pasa delante mío, y con nervios de fan, le comento que estaba ahí porque necesitábamos hacerle una entrevista para un parcial. Contestó que no había drama y me pidió algo para anotar su teléfono. De la mochila saqué un cuaderno anillado número cinco y en la contratapa me dejó el de su casa. Insistente, le recordé: “la entrevista la hacemos este viernes que viene, no, el otro, a las 19:30 hs”. “No hay drama”, contestó, me dio un abrazo y se fue a la función.
Dos viernes después estábamos en el estudio. El operador comenzó a llamar a su casa diez minutos antes. Nadie atendía. Fueron como cuatro llamados antes de las 19:30 hs. En la hora acordada, del otro lado, la voz del tipo que con el humor hace docencia, apareció. La entrevista salió y fue genial. La llevó él. Ahí habrá quedado, en uno de mis TDK.
Destaco lo siguiente: hoy pactás una entrevista de acá a tres o cuatro días y le recordás a la persona a entrevistar cuando será la salida. Algunas se olvidan. Diego, en esas dos semanas, jamás se olvidó y no le recordamos nada. Creo que quienes andan detrás de las notas, van a entenderme.
No quiero dejar de conmemorar esta anécdota: el gigante que sabía que tenía una entrevista con dos estudiantes y no necesitó que se la recordaran.
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