El Comodoro Raúl Alberto Iriberri, nació en 25 de Mayo, provincia de Buenos Aires, y se formó como oficial de la Fuerza Aérea Argentina y aviador militar en la Escuela de Aviación Militar, en la ciudad de Córdoba, de donde egreso después de 5 años de estudios intensos y específicos para alcanzar su brevet de aviador; luego, ya destinado a una Unidad de combate adquirió la especialidad de piloto de caza en la IV Brigada Aérea ubicada en la ciudad de Mendoza, actuando años después como Comandante de avión Fokker F-28, integrando el llamado puente aéreo desde y hacia nuestras islas Malvinas durante el conflicto armado con Inglaterra. Su vida contiene varias facetas, pero detrás del metódico militar hay una persona muy sensible que nunca ocultó tal condición, lo cual lo hizo vivir en plenitud. En esta nota, una especie de clip de anécdotas y recuerdos, la humildad y la poesía.
(Por Leo Baldo/ Edición Sandra Serrat) Fue jefe del Escuadrón adiestramiento en la Escuela de Aviación Militar, volando distintos tipos de aviones durante los años que permaneció en actividad en la Institución aeronáutica, y en las distintas unidades militares donde prestó servicios.
Estamos en su casa de 25 de Mayo, donde nos muestra un museo con reconocimientos militares al que cuida con mucho cariño y esmero. Es que el aviador tiene un muy buen derrotero por el camino marcial, quedando en evidencia, además, que nunca tuvo dudas, aun desde muy chico, respecto a ser aviador militar en su futuro, lo cual lo llena de genuino orgullo, y lo lleva a decir con énfasis, que si naciese nuevamente , volvería a adoptar la misma profesión.

Voló, como ya se expresó, distintos tipos de aviones, entre ellos el Sabre F-86-F- con el cual hizo el cruce de la barrera del sonido, también el Douglas DC-3 y luego, relata, comenzó a volar el Fokker F-27 en Palomar y después pasó al birreactor Fokker F-28; todo ocurría a lo largo del tiempo y en los distintos destinos en que revistó, y todo antes de la guerra de Malvinas y Georgias del Sur, en la cual, como ya se dijo, fue comandante del avión Fokker F-28-F; desempeñándose luego del conflicto armado, como comandante del avión presidencial Tango- 01, durante el gobierno del Dr. Raúl Ricardo Alfonsín. El aviador, con 86 años, dice que no dejaría de volar nunca, y sigue hablando en su casa, mientras afuera llueve; las historias de él, son dignas de un libro o documental. Es que ahondar en la historia de cualquier veterano demanda una trama casi extensa y una historia que se hace infinita.
“Los halcones se denominaba a los pilotos de A4- B o A4-C. , en mi caso yo fui piloto de aviones Sabre F-86-F, con los cuales adquirí la especialidad de piloto de caza, habiendo también, más adelante en mi carrera, tripulado otro tipo de aviones de otras características, como lo hice en la guerra”, relata.
En el conflicto bélico Raúl ya era Vice-comodoro, entonces contaba con 43 años y una larga trayectoria en las alas que lo acompañan en cada relato. Actualmente es Comodoro retirado, veterano de la guerra de Malvinas, a la cual, como se verá más adelante, dedicó muchos trabajos de naturaleza poética, trasponiendo, uno de ellos (Poesía “Héroes de Malvinas”) nuestras fronteras, comentando (como hecho anecdótico) que la misma llegó, vía Facebook, a manos de un escritor inglés, quien hizo comentarios al respecto.
El veterano, y no es un dato menos importante, cuenta para quienes no lo saben, que es nacido en esta ciudad de 25 de Mayo. “Nací en la ciudad, próximo a calles 6 y 35, pero a partir de los 6 años mis padres se trasladaron a la Sección quintas, a vivir en un viejo barrio frente a la chacra municipal, donde conviví también con hábitos propios del campo y gente sencilla en sus costumbres, buena y trabajadora; quiero mucho a este pueblo y su gente, y, todos los meses en que podemos viajar, venimos con mi señora a 25 de Mayo a pasar 12/15 días”. Además, manifiesta que, mientras descansa en su pueblo, practica un poco de música de arpa, siendo autor de 3 canciones para ejecutar preferentemente en este tipo de instrumento, y cuyos derechos de autor fueron registrados en Paraguay y donados a una institución benéfica de ese país que ayuda a la niñez en situación de pobreza, esto ocurrió en oportunidad en que se desempeñaba como Agregado militar aeronáutico a la Embajada argentina en ese país. Raúl es un artista, es músico y poeta, pero lo de poeta viene un poco después.

Estudió arpa cuando estuvo en Asunción, Paraguay, como agregado aeronáutico en la Embajada Argentina en ese País, como ya se dijo, donde paso 2 hermosos años, dedicando algunos trabajos a esa Nación en el campo de la poesía, comentando que a una de ellas un músico paraguayo le puso música y que el mismo ejecuta, denominada “Heroína paraguaya”.
Su pasión por volar
Raúl se acomoda y hace un poco de silencio. “Bueno, yo nací en el año 1938, a diez metros de la esquina de la calle 6 y 35, sobre la 35; en ese lugar vivimos seis años, y yo, después, a los 18 años, ya partiendo de otro lugar de residencia junto a mis padres, me fui a estudiar a Córdoba, pero antes de eso, en una oportunidad que vino mi abuela materna a 25, empecé a decirle que quería volar, volar, volar, que deseaba andar en avión. Tenía 7 u 8 años, y no sé cómo mi abuela se conectó, porque había un solo teléfono ubicado en un viejo almacén de la zona, ella había coordinado, no sé de qué manera, con Raúl Ferraris, el tío de Leandro y de Roberto Ferraris, y bueno, él nos llevó en su viejo avión Pipper desde el lugar, creo que sería el viejo aeroclub en ese momento, pasando el actual Parque Industrial, camino a Bragado”; fue entonces, dice, que el Sr. Ferraris la hizo sentar a su abuela en el asiento trasero, lo puso a él en la falda de ella, y a los dos los ató con una correa, sentándose el piloto adelante, luego puso en marcha el avión “y salimos a dar una vuelta, eso me quedó grabado para siempre y confirmó mi profunda vocación por el vuelo”, recuerda.

Su versión cómica de volar: el niño que deseaba volar de cualquier modo
“Después hice un avioncito de madera chiquitito que lo tengo ahí”- y señala- una pequeña maquetita de un avión hecho con madera de un cajón de duraznos y chapa, colocada entre otras de aviones reales que, si llegó a pilotar, donde es esa maqueta “la niña mimada” del aviador. Además, relata que leyó acerca de dos griegos, Dédalo e Icaro (padre e hijo), que habían volado con alas de cera; “entonces yo dije, si los pájaros pueden volar, yo también, y me hice unas alas con bolsas y cañas y me tiré de un techo y, por supuesto, me hice bolsa; pero después perseveré y me dije, tengo que hacer algo, y fabriqué un paraguas gigante con cañas, bolsas y alambres, tipo paracaídas fijo, y me tiré de un techo, y pasó lo que tenía que pasar”. Y el futuro piloto, veterano de guerra y futuro comandante del avión presidencial Tango-01 , terminó enganchado en el cerco de alambres de púas de un gallinero que allí había. Raúl, el inquieto infante volador, muestra una larga cicatriz en su muñeca derecha, que debió ser suturada en el consultorio de un medico del pueblo, al cual lo llevó, desesperado, su padre por la pérdida de abundante sangre.
Más adelante, y ya con algunos años más, comenzó, gracias a su padre que le pagaba el curso de vuelo, el curso de piloto civil en el aeroclub del pueblo, pero cuando ya le faltaban una o dos horas para hacer el primer vuelo sólo, y como había iniciado los trámites para ingresar a la Escuela de Aviación Militar, fue citado a rendir examen, aprobó y entro, comenzando allí su carrera como aviador militar, porque como siempre dijo, quería pilotar aviones con los cuales pudiera ametrallar, bombardear o lo que fuere, pero aviones con armas, era evidente que su vocación lo llevaba a la carrera militar en la Fuerza Aérea.
Raúl es humilde y hace de este gesto su bandera. Voló por todos lados. Estuvo en diferentes unidades y países, incluyendo China, Rusia, Grecia y varios del centro de Europa, además de América en general; a Malvinas viajó durante 11 años antes del conflicto y luego participó en el mismo con un amplio conocimiento del lugar. Una vez se le formó hielo en las alas del Fokker F-27 que volaba sobre el mar a 6.000 metros de altura, perdiendo en escaso tiempo y por esta causa, alrededor de 3.000 metros de altura precisamente; estuvieron casi al borde de la muerte, pero se salvaron junto a los tripulantes y pasajeros. Además, y mucho antes de lo relatado, pasó la barrera del sonido piloteando un avión caza F-86_F cuando estaba destinado en la IV Brigada Aérea de Mendoza; a la maniobra la hizo, cuenta, no de manera horizontal, sino poniendo el avión en picada(era la manera ordenada de hacerlo), y de ese modo, en descenso brusco vertical y partiendo desde una altura de 12.000 metros, para alcanzar el cruce sónico alrededor de los 6.000 metros (velocidad de 1198 kms. por hora). Increíble. Asimismo, narra que su tío, que era coronel del ejército, y cuando aún vivía en 25 de Mayo y estaba en el colegio secundario lo vino a ver a 25 de Mayo y a tratar de convencerlo para que entrara al Ejercito e hiciera el curso de piloto civil, pretendiendo este familiar que continuara el apellido Iriberri en el Ejercito, a lo cual el ahora Comodoro (r) le dijo que él quería ser piloto de aviones que tiraran bombas y dispararan ametralladoras, y así lo hizo, sin apartarse un ápice de aquello que se propuso, recogiendo de su tío la siguiente respuesta: “Entonces tenés que entrar a la Escuela de Aviación Militar, en Córdoba”, y ¡vaya que lo hizo!

Respecto a la guerra el Comodoro Iriberri operaba con el Fokker F-28. Ahí pasó a integrar el puente aéreo: “Todo había que llevarlo por aire”; es que ya se comenzaba a sospechar que había submarinos ingleses y la vía marítima era extremadamente peligrosa. “Volábamos a las islas mañana, tarde y noche, llevando o trayendo lo que había que llevar o traer”, expresa Raúl. Y sigue: “una vez, con un tiempo espantoso, a eso de las dos y media de la mañana, aterrizando en las islas con 5 toneladas y media de municiones y explosivos, y habiendo un techo de nubes muy bajo, hago la entrada principal guiado por instrumentos y en ese momento prenden la luz de balizamiento de la pista, y cuando iba corrigiendo el viento, la deriva, la lluvia y todo eso, se forma en mi parabrisas como un vapor frente a mí, y, con toda esa adversidad toqué tierra 20 ó 30 metros antes del inicio de pista, no sé exactamente…, pero antes de la cabecera, en tierra, rebotó el avión y cayó en la pista, y lo pude dominar gracias a Dios”, por eso digo (en chiste y con el máximo respeto) que “Dios debería haber sido aviador”, porque nos ayudó siempre que fue posible”.
Raúl tiene una hermosa locura que lo impulsó a cumplir cada uno de los objetivos que se propuso.

Otras personas le dicen pasión, y otras, locura, pasión, estudio y trabajo. Se siente a gusto hablando. Es un libro con diversas historias. Un clip extenso y necesario de mirar.
Sobre los pilotos argentinos que combatieron en la guerra
“Yo digo que no son únicos”, manifiesta ante una pregunta tramposa en donde afirmo que para mí son únicos. “Yo creo que lo que tuvieron los pilotos argentinos fue un patriotismo sin límites, y no lo digo como modo de auto ponderarme, lo digo porque yo sé lo que se hizo con medios escasos y relativamente antiguos comparado con el material aéreo que trajo el enemigo, ¡vaya que lo sé muy bien!. También vi despegar 4 aviones al ataque y después volvía uno, habían derribado a tres”, se lamenta. “Se jugaron todo, es decir…, y no voy a ser modesto de mi parte en este caso, pero hicimos todo lo que se pudo con muy poco; condiciones meteorológicas adversas, por no decir desastrosas muchas veces, lo que fuere. Yo digo siempre que a los ingleses los peleamos con “caballos viejos””, enfatiza, e invita a leer más sobre lo que hicieron aviadores, marinos y soldados en la guerra del 82. “Cada uno hizo lo mejor que pudo en lo suyo, en lo específico. Y muchos, hoy, son mojones en las islas o en el fondo del mar. Son mojones clavados con sangre”, asevera, y, después, Raúl se define como un argentino más que quiere mucho a su patria y que si tuviera que hacer de nuevo lo que hizo lo haría con mucho gusto, pero ahora con una rica experiencia.
Raúl y la poesía como lugar para escapar de la angustiante guerra
Iriberri cree que, de la tristeza, entre otras razones o causas, nace la poesía (entre ellas escribió “El silencio del guerrero”) y que eso le llevó a sobrellevar, de alguna manera, la guerra. “He escrito mucho”. Escribió, como ya se dijo antes, entre tantos, un poema llamado “Héroes de Malvinas” que fue recitado por un locutor de una radio FM de la ciudad de Río Cuarto, luego su señora puso el video en Facebook y llegó a un escritor inglés que le contestó a través de una nota. En la misma ponderaba su trabajo.
El Comodoro supone, que su mayor interés por incrementar su inclinación a escribir poesía, puede haber surgido del siguiente momento: “una noche, volando de Malvinas al continente, sobre nubes, 3 de la mañana, 4, vimos como una especie de claridad que emergía de las nubes, -y si bien supone que no pudo ser un mísil porque aun estaba lejos la flota inglesa-, vimos una claridad rara y repentina. Antes la duda, como decimos los pilotos, -ante la duda motor-, porque el motor con su empuje da velocidad y propicia la sustentación y el avión no se cae y, ¿qué hice?, reduje la potencia, cambié el rumbo y la altura, como para “desorientar” a la supuesta cabeza buscadora electrónica de cualquier misil; es decir, cambié el rumbo a la izquierda y piqué, pero no sé que era , fue como si hubiese sido un reflejo de algo que me hubiesen tirado, pero no sé, algo fue. y bueno, pasaron unos segundos que parecían siglos y recuperé el rumbo, altura, y velocidad, todo, diciéndole al comisario de abordo: “negro, cébese unos mates que en una de esas nacimos de nuevo(risas)”. Y continuó el vuelo a Rio Gallegos, de donde yo operaba a diario.
Ya habla el poeta, cruzó a otro lugar. No “blande el sable” que conserva en su museo, sino que mueve sus dedos como para describir lo que siente y le viene de la guerra. Esos pesados vestigios. La poesía sirve porque cura el alma y ese es el refugio del Comodoro poeta Iriberri.
Y continúa: “a partir de ahí llegué y aterricé y pensé qué puede haber pasado. Me quedó la duda hasta hoy, pero hubo alguna realidad, algún hecho, o quizás algún reflejo de la luna sobre las nubes que yo sobrevolaba…algo fue, nada puedo afirmar”.
Raúl comenta que luego de finalizadas las operaciones tuvo como un deseo de plasmar en el escrito o, en la palabra, lo que pasa por sus sentimientos. “Yo no me considero poeta, aunque sería un honor para mí”, subraya. “Pero escribo con facilidad; y lo expreso con modestia cuando lo digo, porque lo que hago yo es copiar, copiar de mis sentimientos”. Y eso, es poesía. Poesía es sentir y plasmar eso que se viene de algún lugar inesperadamente como la luz que describió hace un ratito, “y es precisamente cuando las cuerdas del sentimiento me hacen oír “su música”, cuando mejor me encuentro y mayor es mi predisposición para la poesía”, lanza.
Iriberri ya escribió un libro llamado “1000 pensamientos- Conclusiones sobre la vida, la condición humana y conceptos múltiples de un simple pensador” y comenta que su señora le solicita: – ¿por qué no escribís poesía? -. Y deja en claro que está por cumplir 87 años, y que ya siente un poco “el peso de la bolsa de los años” y que no cree que vaya a editar ningún libro con sus poemas. Es que Raúl es metódico y muy trabajador en lo que hace, pero de lo que él tal vez no sea consciente es que su poesía fluye y la edita. Lo relata.
El meticuloso y ordenado poeta Iriberri escribe sus poemas y se los pasa a sus amigos. La poesía se comparte. Nadie pensó a este género como escrito dentro del marco de la mercancía editorial. Se comparte, como lo hacían griegos, romanos, egipcios, escandinavos y gauchos.
Pero no escribe sobre la guerra solamente, sino que también acaba de realizar una poesía a la nena de cinco años, de Bahía Blanca, que tras ser buscada durante días luego de la trágica inundación apareció muerta. El Comodoro se lamenta y dice que le causó un dolor terrible y que por eso la escribió. Se la mandó a un amigo, añade. Y el amigo le respondió de esta manera: -vasco, me hiciste llorar-.

“La guerra, en especial, me despertó con más fuerza el deseo de plasmar en el papel lo que siento”, afirma. La poesía de Raúl se distingue por el uso de las rimas y dice que no le resulta difícil, que es como que se va “desgranado sola” como una melodía que necesita escuchar cuando las escribe. Él busca que sus poesías tengan música. Disfruta escribir y en un par de horas saca una poesía. Luego le dedica dos horas más para pulirla, editarla, etc.
Como hecho curioso comenta que en “Estados Unidos hay un ingeniero jubilado que me pide que le mande poesías”.
Además, expresa que cuando estaba de agregado en Paraguay le escribió una carta al Presidente de la República de Irak, Saddam Husein, en relación a la invasión de Kuwait (me la muestra). “Si puedo hacer algo por la vida humana, ¿por qué no lo voy a intentar?, si no lo intento ya tengo el no”; y lo hizo, se la envió. “Nunca vencido ni aún vencido es mi lema”, añade.
Días después, el secretario privado de Saddam Husein le contesta y explica las razones de Irak para invadir Kuwait, “que no son distintas a las de ustedes para invadir Malvinas”, le dice este secretario, un General Iraquí aviador.
Otra de sus poesías, “A mi querida España”, fue emitida desde un Canal de la Televisión española (TVE) y él se da cuenta cuando lo ve accidentalmente en el televisor de un familiar. No estaba enterado. Se propaga su poesía y su pasión. Luego de la poesía leída en España, el secretario del rey le envía una nota agradeciéndole esa poesía. Asimismo, recibió una nota del entonces primer ministro español Felipe González, firmada por él.
Nos detenemos y leemos: “Muchas cosas cuando las recuerdo me producen dolor profundo – se refiere a la guerra- y se minimizan cuando yo entretengo la mente en otras cuestiones”. La poesía es su escape, su vida y le ayudó a sobrellevar Malvinas.
En 25 hace poco leyó uno de sus poemas llamado “Veteranos de Malvinas”. “Esa nació cuando me invadió el sentimiento el 9 de julio pasado, en el desfile, donde mucha cantidad de gente abrazaba a los veteranos de guerra. Incluso levantaron en brazos a un brigadier viejito que conozco. Y hubo gente con los ojos llenos de lágrimas. Y sentí una gran emoción por el amor y el reconocimiento que se nos había escamoteado hasta ahora en tantos años después de la guerra”, desliza. Malvinas, parece, no tiene muchas grietas. La poesía tampoco. Se sienten.

Y narra que una de sus poesías, una de las primeras referidas a tan gloriosa gesta, “ Héroes de Malvinas“, también “está inspirada en aquel sentimiento que nos invadía de tristeza y abandono por parte de muchos, de ese vacío de afecto y reconocimiento que nos era escamoteado y que nos atormentaba”. Asimismo, manifiesta que hay muchos veteranos de guerra que no fueron reconocidos en su momento y cuenta que conoce a uno de 25 de Mayo que lo suspendieron de un trabajo que ya le habían asignado cuando se enteran de que había combatido en Malvinas, porque pensaban que tenía afectaciones psíquicas.
Raúl dice que el trato para con los veteranos cambió para bien y que están más presentes en el corazón del pueblo y sus instituciones. “Pareciera que se fortaleció el patriotismo”, lanza mientras estamos sentados en su living.
“Escribí una poesía que ha gustado mucho. Se llama “Riqueza” humilde”. Habla de la grandeza de mucha gente que es pobre materialmente, pero con sobrados recursos espirituales, que son los que valen. Uno de mis pensamientos es que a veces tenemos al lado a una persona con mucha grandeza humana y no la vemos porque nos encandila el brillo de su humildad”, y cierra, por ahora, esta historia, el Comodoro y poeta Raúl Alberto Iriberri, con esta frase suya: “la bandera de la grandeza humana flamea en el mástil de la humildad y la pequeñez lo hace en el de la soberbia”.
En la siguiente foto vemos a Raúl Alberto Iriberri al lado del Tango 01 (el avión presidencial) que piloteó durante la presidencia de Raúl Alfonsín.
