(Por Leo Baldo)
Redacto sobre calle 35. La ventana se hace extensión hacia ella, autos pasan. Cortinas abiertas para observar de reojo la realidad pueblerina. Dos árboles, que no son plátanos, sombrean la lucerna y dan sombra fuera del lugar de trabajo.Dos árboles , pájaros en ellos, palomas, y de las grandes. Esas que, en la vida rural, muchas personas cazábamos más allá de tener la panza llena.
Es que por ahí se trataba de conocer el sabor de un animal campestre. En este caso era montera o chaqueña luego de haberla pasado por el horno a leña. Suena casi romántico y hasta da para marketing según el padre algoritmo.
El tema es otro. Las palomas en este breve relato son las protagonistas. Calle 35. Los vidrios abiertos. Cuatro de la tarde y escucho el clásico disparo de la gomera. Dos niños lanzan las piedras y, luego, plumas. Dejo todo lo que estaba haciendo y pregunto: ¿si las matan, las van a comer?
-Si- responde un niño de 25 de Mayo. Él es rellenito. Ser relleno no significa estar bien alimentado. Con una carga de harinas se puede ser gordo al toque, pero hay carencia de proteínas y otros carbohidratos que muchas personas no llegan a consumir.
En este caso, la paloma que fue, ya es otro tipo de alimento en el estómago de ese niño que solicita, más allá de nuestra costumbre cultural respecto de la caza, otro tipo de alimentación.
La carne vacuna volvió a subir.
¿Habrá hambre?: veo a un niño cazar palomas desde la ventana