Este artículo que acá publicamos pretende interpelar a esa mayoría que convive con el residuo. Que lo arroja, que lo hace paisaje pestilente. No así a esa minoría que día a día trabaja por un mejor medioambiente.
(Por Leo Baldo)
Los desechos como paisaje prefiguran lo que en la sagrada escritura se llama “apocalipsis”. Tal vez lo estemos viviendo, así lo creo.
Por eso a las empresas y a los gobiernos no les queda otra que pronunciarse a favor del cuidado del ambiente, del cual formamos parte. Puede ser imagen o puede ser acción. Una cosa es la quimera que se presenta en el horizonte lejano como lo sustentable, que aún no lo interpreta la mayoría y, otra, la práctica, la Realpolitik. Voy por la segunda. El ejercicio ante lo que tenemos que solucionar.
Dicho sea de paso, declamamos a diario los espacios verdes sin polución. La vez pasada anduve por la laguna. Sé bien de un grupo que se encarga, durante largas horas los fines de semana, de levantar los desechos que yacen en lo que fue el espejo de agua.
El desecho inorgánico no es vernáculo, es bien sabido. Lo nuestro debería ir por el lado siguiente: accionar para con el medioambiente del que formamos parte sea saludable. La basura, vuelve a casa.
En fin, Buen punto para la gestión y el vecino que acompaña, pero ¿seguiremos arrojando plástico ahí y en zonas adyacentes donde hay tierra? Queda lo que viene del canal de la 19.
De la misma manera, se arroja basura en caminos rurales. Muchas personas van con sus camionetas y, de manera furtiva, y tiran los desechos del consumo que, en si mismo, es un desecho. Una especie de basta hasta volver a comprar para volver a tirar.
¿QUÉ SE PUEDE HACER?
Ahora me pregunto si con el tema basura y el desempleo que crece es posible generar un proyecto: Reutilizar lo inorgánico para algo. Una cooperativa o empresa que fabriquen productos con pesados y asesinos vestigios que tiramos. Otros municipios lo hacen.
Somos mugre. No nos gusta la mugre. Capaz, no nos gustamos. Debe interpelarnos a todos.
La vez pasada veía una muestra artística en la que se exhibe el plástico que habría en el fondo del mar. Se trata de Marea plástica, obra de la artista ambiental Julieta Almada, con asesoramiento artístico de Celina Saubidet, que puede visitarse en Tecnópolis en el marco de la muestra El mar como territorio. Es ni más ni menos que sumergirse, conocer, explorar y preservar. Un lugar que hace trastabillar: la zona donde la belleza se encuentra con lo ominoso. Es terriblemente agonizante, pero encantadora. El espectáculo no es conciencia. Y me pregunto si dicha exposición puede hacer pensar a más de una de las personas que la visitan. La educación es en esa mesa familiar y luego en la escuela.
Además:
Por otra parte, eso de “tem verano” y “team invierno”, una tontería que evita mirar lo que me animo a decir. Esa grieta en algún momento quedará como team de la nostalgia de las estaciones.
No es joda.
Todo está concatenado. ¿O CREN QUE HERZOG EN FITZCARRALDO SOLO HIZO UNA PELI Y NO UNA DENUNCIA DE LA AMBICIÓN DESMEDIDA QUE CONSUME EL AMBIENTE?
Las cifras récord en Europa con olas de calor y derretimientos de hielo en Groenlandia, ya son un estertor y no un inicio.
Me imagino los titulares para este verano en la región sur: Incendios Forestales en… No pueden detener las llamas en… Alerta naranja por ola extrema de calor.
En fin. Vuelvo al inicio. Absolutamente acabados. Somos de plástico. Nos merecemos sánguches de plástico, el atracón mortal.