CUANDO DOBLÓ LA ESQUINA

(Por Cecilia Stella)

Cuando dobló la esquina la vi. Piernas enfundadas en medias negras, pollera corta. Perfecto marco de mujer. Nariz chiquita, pelo rubio y una boca bellísima que invitaba a besarla.

Ensayé la mejor postura de macho, le dije un desinteresado –¿Qué tal?, antes de que me contestara le volví a preguntar: ¿Querés que hagamos una locura?

Y ella dijo para sorpresa mía- ¡Si quiero!!

Creo que la llevé corriendo a mi auto y de allí al cielo.

Las manos no me alcanzaban para rodearla, apretarla, contemplarla; su boca rebordeaba mi sexo… una diosa.

Tuve miedo, da miedo y digo esto porque ella era toda esa femineidad que todo hombre lleva dentro y que conoce la medida justa de nuestras ganas.

Desnudaba una vergüenza tan adolescente que me perdía en un perverso y culpable sentimiento.

Las alas del deseo se desplegaban entre las sábanas y yo que soy un charlatán sexual me quedé mudo en sus brazos. Era una gloria comparada al día que Boca salió campeón. Cuando mi cuerpo se relajó en una sensación tibia y complaciente, no me dormí. Quise contemplarla, esta mujer mariposa me despistaba y enloquecía al mismo tiempo. Prendí la luz para verla y me encontré con el rostro de Marilyn Monroe, cerré los ojos pensando en que estaba alucinando, volví a abrirlos y vi la cara de Paulita, mi primera novia y después también la sonrisa de mi prima Graciela. Ay dios, comencé a gritar

-¿Que pasa?-  dijo ella con la misma voz de Anita. Sentí que había cometido el peor de los ultrajes, tener en mi cama a todas las mujeres juntas, con las cuales me había ratoneado muchas veces, más que una fiesta me pareció una pesadilla. Volví a mirarla y la diosa estaba inalterable.

¿Quien sos?- Le dije

-Tus deseos

-¿Sos el amor?

-No, el amor se vive de a dos y vos hace bastante tiempo que venís haciendo el amor sólo, aunque estés acompañado.

-¿Sos la muerte?

-Soy tus pequeñas muertes diarias.

-No me provoques.

-Siempre te rajaste a la hora de la entrega, hace bastante tiempo que no le das bola al grito de las entrañas. Te rajás hasta cuando le ponés una bombacha distinta a cada noche, no te das cuenta que tenés miedo a vivir. Tu voz, tu deseo, todo lo que te gusta ser y hacer, por eso tengo la cara de la primera vez.

Prendí un pucho desesperado, las minas complicadas me ponen nervioso.

Volví a mirarla, la ventana chorreaba en color anaranjado, de sus brazos se desprendían dos alas, sus ojos claros brillaban, me acordé de las mariposas que cazaba de chico durante la noche, me gustaba apretarlas, pero cuando sentía que les hacía daño las soltaba y las veía volar. Ella aleteó suavemente, mientras yo la seguía observando, y como mariposa en la noche, se perdió por el hueco del tragaluz.

La imagen corresponde a la autora. Realizada con birome negra y carbonilla.

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